Plaza Felix Olazabal
En la intersección de las avenidas 7 y 38 se encuentra una sencilla y elegante plaza que desde 1901 homenajea al General Félix Olazábal, uno de los más destacados oficiales del Ejército de los Andes. Participó de la independencia de Argentina, Chile, Perú y Ecuador. Pero como muchos otros líderes del momento, falleció exiliado y sumergido en la pobreza.
El espacio verde se encuentra divido en dos partes por el cruce de la avenida 7. Sobre la franja sudoeste se encuentra una gran pérgola
y el monumento principal: “
En el plano de la ciudad la plaza se destaca por ser una de las tres plazas que se encuentran dividas por el tráfico vehicular, lo cual ocurrió luego del masivo plan de reformas implementado a mediados del siglo XX. Aun así no perdió su belleza y esplendor. La amplia riqueza forestal le otorgan múltiples colores y áreas de sombras durante todo el año.
Su pérgola, las escaleras, los árboles y las área de juegos infantiles la convierten en una excelente opción para los vecinos que buscan un espacio abierto de distensión y conexión con la naturaleza, pero sin perder un rápido acceso al microcentro.
¿Quién fue el General Felix Olazabal?
Este espacio homenajea al General Felix Olazábal, un destacado oficial que brilló en: el Ejército de los Andes del General José de San Martín, las posteriores campañas militares de Perú y Ecuador, y finalmente en Guerra del Brasil (1825-28). Lamentablemente, cómo pasó con muchos héroes del momento, fue traicionado por las propias idas y vueltas de la política nacional. Se trató de un patriota que luchó por la independencia, la paz, el respeto y la libertad; una mente maestra que lamentablemente falleció exiliado y en la pobreza.
En 1813 se enroló en el ejército de las Provincias Unidas del Sur, y dos años más tarde participó de la fallida Tercera Campaña del Alto Perú. Siendo parte de las tropas derrotadas en "Venta y Media" (1815) y en "Sipe Sipe" (1815), pronto se sumó a las tropas del General San Martín. Desde aquí formó parte de las columnas que cruzaron la Cordillera de los Andes para combatir en Chacabuco (1817), Cancha Rayada (1818) y Maipú (1818).
Durante su estadía en Chile conoció una joven con la que se casó, mientras formó parte de las tropas que encabezaron la segunda campaña militar al sur de Chile, dónde lo realistas se habían reorganizado.
Tras consolidar la independencia de Perú, el General San Martín lo envió a Trujillo y Piura como comandante militar, dónde organizó y encabezó los batallones de infantería del General Andrés Santa Cruz. Estos refuerzos fueron vitales para consolidar la soberanía peruana y expulsar a los españoles de Ecuador. En este periodo se destacó como el jefe de infantería más destacado en la Batalla de Pichincha (1822), la cuál marcó la caída de los realistas en Ecuador. Por su rapidez en ocupar las posiciones más altas de la zona, las cuales los realistas pretendían utilizar como base para la defensa, estos fueron expulsados para siempre.
Ostentando ya el rango de Coronel, en 1824 volvió a Buenos Aires para organizar las tropas que participarían en la Guerra del Brasil, conflicto que se resolvió con la Independencia de la República Oriental del Uruguay.
A su retorno se involucró en la política interna del las Provincias Unidas del Sur, dónde una y otra vez terminó siendo víctima de sus propios aliados. En 1828 apoyó la revolución contra Dorrego, pero pronto entró en las listas negras del General Lavalle por expresar su oposición a los fusilamientos de opositores. Dos años más tarde brindó su apoyo al bando de Juan Manuel de Rosas, quien tampoco tardó en señalarlo como un traidor. Jaqueado por la presión política y la amenaza constante de “La Mazorca”, debió exiliarse a Uruguay. Aun sumido en la pobreza, al extremo de vender sus propias condecoraciones de la independencia, hizo un último esfuerzo por involucrarse en la política nacional. En 1839 encabezó una flota para ayudar la revolución de los “Libres del Sur”. Si bien no pudo llegar a tiempo, su presencia fue vital para evacuar y exiliar a los derrotados en la Batalla de Chascomús.
Sumido en la pobreza absoluta, rechazado por los rosistas y anti-rosistas; falleció exiliado en Montevideo en octubre de 1841. Pero luego de tantos años de ser traicionado, perseguido y humillado; finalmente posee una hermosa plaza en un honor en la ciudad de La Plata.
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