El Origen de Una Ciudad Verde
En cada cuadra de la ciudad hay una belleza latente que se siente, se respira y que llena de matices el paisaje urbano. Muchas veces los platenses los ignoramos porque estamos muy acostumbrados a verlos, pero al irnos los extrañamos inmediatamente. Incluso más de un pariente, turista o nuevo estudiante universitario los destaca ni bien llega a nuestras calles: son los miles y miles de árboles que forman parte de una historia nacida en 1882.
La Revolución Higienista
Corría los últimos años del siglo XIX cuándo el Dr Juan José Dardo Rocha emprendió el megaproyecto de fundar una ciudad capital y pacificar el país. Esta gran urbe que no solo debía cumplir un rol administrativo, también debía ser un símbolo de modernidad y prosperidad; la materialización de un futuro mejor. En aquellos años aun no existía el “ambientalismo” o el “ecologismo” cómo ideología, pero en 1882 el “higienismo” y el “conservacionismo” eran algunas las ideologías de vanguardia. Entre los referentes de políticos que defendieron y trazaron este camino fueron el ex Presidente Domingo Sarmiento, el ex ministro Eduardo Wilde, la familia Pereyra y el Dr Estanislao Zeballos.
“Un rectángulo con una avenida cada seis cuadras, plazas en cada intersección y 8 grandes diagonales” es una resumida descripción del trazado, pero no siempre se sabe "el porqué”. El secreto no está en la leyenda del oculto “666” que se ha pregonado en el pasado. La explicación es más sencilla y racional: fue para favorecer el flujo del aire y el tránsito. Es decir que la decisión surgió con la aspiración de construir una ciudad dónde las personas, el aire y el agua puedan circular con facilidad como garantía de higiene urbano. Además de ser una concepción moderna, también era una necesidad urgente en todo el mundo. Sin ir más lejos, la epidemia de fiebre amarilla de 1871 se potenció por las condiciones de insalubridad y hacinamiento que había en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Se estima que fallecieron 14 mil personas, el equivalente al 8% de la población local del momento.
La modernidad del siglo XIX requería un tráfico ágil de las mercancías y de personas, mientras se disfrutaba de una salud urbana. Esto que suena muy fácil y lógico no era la regla común para las viejas ciudades que se debían amoldar a la masiva industrialización. Pero al ser previamente planificada, La Plata pudo dar una solución a estos problemas antes de ser construida. La respuesta fueron los árboles, las avenidas y las plazas generan sombras, oxigenan el aire, absorben el agua de lluvia, colaboran con la salud del suelo, equilibran el medioambiente, embellecen y brindan espacios de entretenimiento.
Los Primeros Programas de Forestación.
El proyecto de una “Ciudad Verde” comenzó el 5 de junio de 1882 con la expropiación de las tierras de Martín Iraola, bautizadas en su momento como “Parque Buenos Aires”. Este fue el primer pulmón verde de La Plata. A comienzos de 1886 el primer comisionado de la ciudad, Marcelino Aravena, dispuso la primera “arbolización con la plantación de palmeras del tipo pindó” originarios de la selva misionera, los cuales se colocaron en las avenidas 51 y 53. En forma paralela se inició la urbanización masiva del Paseo El Bosque, el cuál se proyectaba con el doble del tamaño actual.
Llegado el siglo XX la ciudad ya contaba con 16.000 árboles y 95 mil habitantes; un ejemplar cada 6 personas. En 1908 el comisionado Luis María Doyhenard apostó a un nuevo giro que marcaría a la ciudad para siempre, la importación de Tilos. Estos ejemplares no eran cualquier especie, sino una muy particular desarrollada en Alemania y que eran todo un éxito en Berlín; una de las ciudades más modernas del momento. Estos tilos germanos tienen un aroma particularmente intenso y un perfume muy característico, pero su principal virtud es que poseen un polen antialergénico. Lamentablemente no poseen las virtudes medicinales que otras sub-especies.
La consciencia y el compromiso activo por una “ciudad verde” estuvieron vigentes desde el primer día, y con el paso del tiempo se consolidaron.
En 1908 se inauguró el (ex) Jardín Zoológico y Botánico bajo la dirección del Dr Alfredo Plot, un renombrado conservacionista de especies. Aun con toda la carga negativa del concepto de “zoológico”, desde un inicio la visión fue ligeramente diferente. Según las mismas palabras del doctor debía ser “un ámbito capaz de brindar esparcimiento, instrucción, educación y cultura general a la población”.
Su efecto fue indudable positivo, los vecinos de los diferentes barrios se organizaron para exigir y colaborar con la urbanización de plazas. En 1913 la “Unión Vecinal Zona Este” logró la urbanización de Plaza Matheu. Pronto le siguieron “Máximo Páz”, “José Paso”, “Bernardino Rivadavia” y “Parque Saavedra”.
En 1920 llegaron los hermosos jacarandás que aun pintan la rambla de Diagonal 73. Y en abril de 1924 el concejal Manuel Chinchurreta logró un nuevo hito: la creación de una Comisión Municipal dedicada a inventariar el patrimonio forestal, preservarlo e implementar planes para su fomento. Una de sus tantas actividades incluyó la organización de exposiciones floricultura y arboricultura para celebrar el Cumpleaños de la Ciudad.
Con el paso del tiempo, con aportes públicos y privados, comenzaron a proliferar Palmeras, Ceibos, Cedros, Palos Borrachos, Pinos, Araucarias, Ginkgo Biloba, Ibirá puitá guazú, Ficus, Lapachos, Robles y Castaños de Indias, entre otros. En 1936 se forestó la Plaza Paso, dónde el intendente Luís Berro plantó un ombú declarado como “el árbol patrono de La Plata”. Aunque el más famoso y exótico de todos es el "Árbol de Cristal" en la Reserva Biosfera Pereyra Iraola.
En algún momento se planificó que cada calle posea una única especie a modo de guía aromática: los naranjos de 47, las acacias blancas en calle 9, las Judeas en calle 8 y los patito dulce en calle 10. Esta idea no prosperó por motivos principalmente económicos y genéticos de cada especie. Por más bello y noble que sea un ejemplar, necesita un conjunto de variables climáticas y geográficas que no siempre fueron tenidas en cuenta. Pero aun así la marca quedó presente en las calles y en el imaginario colectivo.
No todos los proyectos forestales que se iniciaron en la ciudad llegaron a buen puerto. Los primeros tilos casi mueren en el viaje. El trazado urbano fuera del casco fundacional no pudo continuar con el régimen de plazas. Pero aun así se instaló y prosperó una costumbre, una pasión y una identidad por tener una “Ciudad Verde”. Actualmente viven más de 100 especies diferentes que en su conjunto suman decenas de miles de ejemplares.
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