El novelista detrás del portón
Dentro del Parque Saavedra se conserva un enorme portón de hierro con una placa que afirma: “El Rincón del Novelista”. Un pequeño homenaje a uno de los más importantes escritores de la literatura gauchesca, la sátira popular y el drama. Un hombre físicamente pequeño, retraído, tímido, siempre de traje y de costumbres sencillas pese a poseer una herencia de “Sangre Azul”.

En 1882 fue bautizado con el nombre “Benito”, al igual que su padre y sus otros cinco hermanos varones. Pronto se mudaron a la Estancia "El Deseado" en el partido de Bolivar, dónde su padre fue nombrado Intendente. Finalmente en 1890 la familia se radicó definitivamente en la ciudad de La Plata. Años más tarde, en 1925 Benito afirma sarcásticamente en la revista Caras y Caretas que volvieron a la ciudad porque su padre “empezó a notar que corríamos el peligro de hacernos gauchos”.
El desarraigo del campo y las costumbres, lo llevaron a desarrollar una profunda admiración por la vida del campo, sus actores y el proceso de integración con las costumbres urbanas. Sus cuentos, novelas, relatos y fábulas se basan en las personas que conoció. En sus textos buscó resaltar las costumbres criollas en momento histórico marcado por los olas migratorias y por una oligarquía que desestimaba las costumbres regionales frente las artes y modas europeas.
Pero mientras Leopoldo Lugones encabezaba una ola literaria gauchesca que forjaba personajes mitológicos, perfectos, poéticos y baluartes de algún gen nacional; Benito Lynch rescató la esencia cotidiana, los dramas, la fatalidad y el desafíos frente a la modernidad. Nuevamente el planteo de la "civilización urbana" en contra de la "barbarie del campo" planteada en "El Fausto", pero esta vez con un enfoque más campesino. Sin ir más lejos, su primer cuento publicado, "Plata Dorada", narra la triste experiencia de un joven campesino que se muda a la gran ciudad y es forzosamente escolarizado.

El 17 de noviembre de 1907 se publica un cuento corto en el Diario El Día, una joya casi perdida de la literatura y una excepcionalidad en su propio estilo. Titulado como “1932”, se trata de una obra de ciencia ficción, un viaje hacía el futuro. Narra la experiencia de un gaucho que vuelve a la ciudad de La Plata luego de vivir 25 años en el campo. Al mejor estilo de Julio Verne, se describe una ciudad con la mayor tecnología del momento: existen taxis que vuelan como helicópteros, se construyó una red de subterráneo, la Catedral posee las dos torres terminadas y la urbe es un gran Centro convenciones Culturales y Científicas.
Finalmente en 1916 publica su primer gran éxito: “Los Caranchos de Florida”, y en 1922 se imprime “El Ingles de los Güesos”; ambos llevados posteriormente al cine. En este último se platea una historia de amor. Balbina es una joven e inocente novia de un estanciero celoso llamado Santos Telmo, pero ella se enamora perdidamente de un antropólogo ingles que se encuentra de viaje. Es una trama apasionada que gira del odio al amor, de la alegre vida al desgano y el rencor, desde la inocencia hasta la cruda angustia de un indeseable destino.
Durante gran parte de la obra literaria, las letras de Lynch también grafican la violencia doméstica, la sumisión y los secretos de la moral. Suele afirmarse que durante su infancia pudo haber sido testigo y/o víctima de estas situaciones por parte de su padre, quien impuso su propio nombre a sus seis hijos varones. Además suele mencionarse que su madre Juana Beaulieu habría sido su protectora, confidente y guía.

Pero en oposición a su fama, su vida comienza un recorrido hacía el encierro y la soledad. La muerte de madre (1937), el suicidio del hermano Armando (1935) y el presunto asesinato de su amigo Leopoldo, fueron algunas de las tragedias que lo fueron aislando. Se retiró absolutamente de la vida pública y literaria. Las habitaciones de su casa se fueron vaciando. Se rumoreaba que solo salía a la calle para ir al cine y para practicar boxeo o esgrima en el Club Gimnasia (GELP)
En el libro “Genio y Figura de Benito Lynch”, es descrito cómo una persona que repudiaba las apuestas por dinero, pues su hermano Roberto había perdido su estancia por su ludopatía. En sus gustos personales, amaba el mate y el té con limón, mientras rechazaba tajantemente el alcohol y el tabaco. Con el paso de los años su dieta se volvió cada vez más estricta, incluso habría llegó a afirmar que "luego de los 50 años un hombre no debe comer carne".
En 1941 rompe el silencio al publicarse el cuento “Medallas de Oro”. Por aquél entonces se lo consideraba como un autor ermitaño, un gran novelista oculto detrás de una gran verja. Pero la realidad es que jamás había dejado de escribir, escondiendo al menos dos novelas y media docena de cuentos inéditos al momento de su muerte.
Años antes, durante la dictadura del General Félix Uriburu se lo invitó a participar de la Academia Argentina de Letras, pero rechazó el cargo en repudio al camino totalitario que adoptaba el país. En 1938 el Consejo Superior de la Universidad Nacional de la Plata le otorgó el título de Doctor Honoris Causa, y Benito Lynch se planteó seriamente rechazarlo porque el Presidente del Consejo era su amigo y podría malinterpretarse la situación. Finalmente aceptó el galardón con la condición de que el diploma sea enviado a su casa, sin ceremonia alguna.
Continuamente fue invitado para cargos docentes dentro y fuera del país, pero jamás aceptó. Se rumoreaba que había cambiado su teléfono para evitar ser ubicado. Incluso habría dejado de autorizar nuevas impresiones de sus obras agotadas.
Cuándo en 1940 se estrena en el cine "El Inglés de los guesos", dirigida por Carlos Hugo Christensen, Benito no asiste al estreno. La fama lo fastidiaba, la vanidad no era parte de su carácter, pero si la vergüenza. Según su biógrafo, Petit de Murat, por momentos parecía que en su fuero íntimo deseaba que sus obras hayan sido escritas por otras personas.
Casi como una tragicomedia, luego de vivir más de 60 años en ciudad de La Plata añorando la vida de campo, sus restos fueron trasladados la bóveda de la Familia Andrade, en el Cementerio de Recoleta de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
En su homenaje se colocó una placa en la antigua casona dónde vivió. La plazoleta de diagonal 77 entre 8 y 43 y la Escuela Media Número 34 fueron fue bautizadas con su nombre. Y finalmente el gran portón de hierro que lo recluyó durante sus últimos 20 años de vida, fue trasladado al Parque Saavedra bajo la sombra de los árboles que conforman el “El Rincón del Novelista”.
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