El Astillero Río Santiago
A lo lejos, al borde del Río Santiago, se elevan unas inmensas grúas amarillas que coronan uno de los mayores complejos industriales de Sudamérica. Sus inmensos y emblemáticos galpones son la prueba viviente del comienzo de la industrialización argentina y de la soberanía económica-comercial.
La Fundación como Industria Estratégica.
Durante los primeros años del siglo XX la Argentina se encaminaba hacía el esquema productivo agroexportador. Esto no solo generó un incremento exponencial de las ventas, sino que también aumentó la demanda del transporte naval y de talleres para realizar las refacciones necesarias. Por ello en 1912 y 1917 se aprobaron las leyes para que la firma inglesa “Vickers Sons & Maxim” construyera un dique de carena, pero este jamás se concretó.
El mundo cambiaba rápidamente. La Primera Guerra Mundial golpeaba la puerta y no había margen para intercambiar tecnologías, vender o prestar embarcaciones. Con una dependencia casi absoluta de embarcaciones extranjeras, la Argentina padeció duramente la carencia de una marina mercante propia; pero la lección fue aprendida. Los productos agropecuarios, la nueva petrolera YPF y la Armada Argentina necesitaban un suministro constante de todo tipo de embarcaciones. No podían estar sujetos a los vaivenes de las grandes potencias.
En 1934 se aprobó la “Comisión de la Marina Mercante” con el cual se buscó desarrollar la capacidad humana, técnica y tecnológica para alcanzar una soberanía naval. De este modo el Astillero Río Santiago encontró su acta fundacional el 21 de agosto de 1935 mediante la disposición ministerial 737 Ord 167/35. Puntualmente, además de ser el Astillero más grande y moderno, también se lo planificó cómo el baluarte de este mega plan de soberanía nacional. El encargado fue el Almirante e ingeniero Edmundo Manera.
Usando como base las instalaciones preexistentes de Taller-Arsenal de la Base Naval de Río Santiago, en 1935 comenzó los primeros trabajos navales. Se trató de un contrato con la Armada para adquirir 9 rastreadores del Tipo Parker. La primera en salir de la línea de producción fue el ARA Bouchard (M-7) en 1936, con un desplazamiento de 520tn y un costo de m$n 900.000. De este primer lote aun navegan las patrulleras costeras ARA Murature (1944) y ARA King (1946).
Al mismo tiempo que se avanzaba en la construcción del astillero y del primer contrato, comenzó la formación/perfeccionamiento del personal de todos los niveles: técnicos, operarios, dibujantes, trazadores, metalúrgicos, almacenistas y ayudantes de laboratorio. Incluso se fundó la “Escuela de Artesanos” para jóvenes entre 14 y 16 años.
El Despertar del Gigante Naval.
Con la llegada Juan Domingo Perón a la presidencia, la industria naval recibió un nuevo impulso. El 15 de junio de 1953 se creó la empresa “Astilleros y Fábricas Navales del Estado” (AFNE) alcanzando una visión más integral de las capacidades y proyecciones (Decreto 10.627). Cuando finalmente se completó su construcción, el ARS contaba con talleres de calderería, herrería, mecánica, cobrería, estructuras, electricidad, fundición de hierro y acero especiales, carpintería de blanco y de ribera. En su máximo apogeo llegó a tener más de 5000 empleados y 3.300 contratistas.
Con cuatro gigantescas Grúas tipo Elyma y tres gradas, actualmente puede realizar trabajos en embarcaciones de hasta 220 metros de eslora y 80.000tn de desplazamiento bruto.
Pese a los constantes intentos de mermar la imagen y capacidad del inmenso astillero, el cual en su momento supo ser el más grande y moderno de Latinoamérica, su impacto en la historia política y económica es invaluable. En sus inmensas gradas se construyeron íntegramente más de 70 embarcaciones, equivalentes a más de 800.000 Tn de desplazamiento bruto. Las embarcaciones más grandes fueron cuatro buques petroleros costeros de 60.000Tn y 239m de eslora para YPF: Ingeniero Huergo (1980), Ingeniero Silveyra (1980), José Fuchs (1981) y Arturo Illia (1982).
Paralelamente el ARS siempre fue pensado como el mayor complejo de industria naval militar, el encargado del desarrollo y el mantenimiento de las unidades de superficie. Con este objetivo en mente se botaron el Transporte de Tanques ARA “Cabo de San Antonio” (1978), el destructor ARA “Santísima Trinidad” (1974), seis Corbetas Meko 140 (1985-2004) y la Fragata ARA “Libertad” (1963). Siendo esta última un completo orgullo de la capacidad nacional por ser una de las embarcaciones más premiadas del mundo.Las capacidades productivas únicas que posee el ARS le posibilitó también realizar mega trabajos metalúrgicos únicos en el país. En la ciudad de La Plata vemos estas obras en el techo del Estadio Único y en la marquesina del Teatro Argentino. También se han realizado piezas vitales para centrales hidroeléctricas (Yacyertá, Salto Grande y Los Reyunos), componentes para plantas nucleares, y torres para el desarrollo de la energía eólicas. Por si no fuera poco, el Astilleros Río Santiago es la única empresa el país con la capacidad de construir puentes metálicos viales.
A partir de los años '90 el Astillero dejó de ser una prioridad y una necesidad para el gobierno de turno. Se redujeron las contrataciones, aparecieron los números rojos, la gradual desactivación y los intentos de privatización. Con la venta de ELMA (1990) y de YPF (1992), sumado a la reducción operativa de la Armada, la empresa perdió sus principales tres socios.
Un sobreviviente de las Privatizaciones.
En 1992 el Presidente Dr Carlos Menem intentó cerrar el Astillero Río Santiago por la fuerza. Se habían cancelado contratos con Holanda, Marruecos y Alemania. No llegaban insumos y lentamente se desmantelaban los talleres. El plan era convertir el predio en un taller de mantenimiento con solo 150 operarios, lo cuál despertó una férrea resistencia de los trabajadores. Durante ese año se realizaron 29 movilizaciones, se presentaron proyectos de ley, se rompieron la cadena de mando y comenzaron a restaurar el taller de fundición.
El 18 de septiembre el Grupo Albatros de la Prefectura Naval tomó por la fuerza el Astilleros por orden del Poder Ejecutivo. Inmediatamente los trabajadores iniciaron un acampe y bloqueo durante todo el fin de semana para impedir el desguace. Llegado el lunes 21 de septiembre, a las 6AM los obreros ingresaron a las instalaciones y la Prefectura tuvo que retirarse. Fueron días de mucha tensión, dónde las amenazas y el posible derramamiento de sangre se palpaban en el aire; pero finalmente el desmantelamiento se canceló sin tener que lamentar incidentes mayores.
Actualmente el Astillero Río Santiago es una empresa pública dependiente del gobierno de la provincia de Buenos Aires. Ocupa un predio de 229 hectáreas, brinda 3600 puestos de trabajo y tiene como función principal el mantenimiento de unidades navales y las construcciones metalúrgicas civiles. Aunque a veces parezca que ya no posee el mismo esplendor de antaño, sus galpones jamás dejaron de trabajar. Y su vínculo con la ciudad de La Plata es palpable en las principales obras. Cuándo se disfruta de un Show en Teatro Argentino, cuándo se disfruta de un partido bajo los anillos del Estadio Único y cuándo paseamos en “El Barquito” de la República de los Niños; ahí están las manos de los trabajadores del querido Astillero. Mientras que a nivel nacional continúan los trabajos en mega obras portuarias, embarcaciones para la Armada y construcción de grandes transportes marítimos.
Alcanzando los casi 100 años de vida, los inmensos talleres y las grúas que se elevan hasta el cielo son el recuerdo y el compromiso de una Argentina Industrializada. Es la prueba máxima de que un país puede desarrollar exitosamente megaproyectos si se lo propone. Este gigante no surgió de la caridad ni en la comodidad. Su construcción, desarrollo y apogeo siempre estuvo ligado a la tensión internacional, a las necesidades soberanas y al sueño de ser país un poco mejor.
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