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Los Luchadores de Plaza San Martín

Visita La Plata | 23:41 |


En la Plaza San Martín, muy cerca de la esquina de 7 y 50, se encuentran dos inmensas esculturas entrelazadas en un fatal combate. Se trata de una representación del épico duelo olímpico entre Creugas de Epidamno y Damóxenos de Siracusa. Una apasionada y dramática historia sobre las buenas y malas conductas en el deporte y sus consecuencias.

El siglo XVIII llegaba a su fin cuándo el veneciano Antonio Cánova (1757-1822) se había transformado en uno de lo mayores exponentes del arte neoclásico, particularmente enfocado en reconstruir las historias de la Antigua Grecia. Fue así que indagando en el pasado encontró un texto llamado “Descripciones de Grecia”. Este había sido escrito en el siglo II por el prestigioso geógrafo-historíador Pausanias (110-180dc). Entre estos se encuentra la historia de la pelea de Creugas y Damóxenos en el marco de los Juegos Nemeos del año 400ac.
Los Juegos Nemeos eran una de las cuatro históricas competiciones poli-deportivas PanHelénicas que se disputaban en la Antigua Grecia. Una de las disciplinas más populares era el Pancracio, la cual fusionaba el boxeo antiguo con la lucha griega. Y si bien no se caracterizaba por tener muchas normas o ser precisamente “limpia” en su cumplimiento; el concepto ideológico de estos juegos olímpicos nunca se perdía. Si bien los atletas competían por la gloria del campeonato, el eje central era la integración cultural y la diplomacia entre las ciudades estado. Tristemente fue algo que no entendió Damóxenos, quien en su temor y ambición de perder el combate, recurrió al uso de una muy cruel técnica (Youtube AudioNarración de la pelea). Por su acto fue expulsado por los jueces e inmortalizado en una galería de esculturas destinada a los deportistas que violaban las normas; narró Pausanias.

      

El cruel y poco noble acto de Damóxenos sorprendió y cautivó a Antonio Cánova, quien se puso a trabajar en una nueva figura que emule el combate, la vergüenza y la gloria de Creugas. De este modo talló en mármol de carrara a los dos contrincantes con una altura de 215 centímetros y un peso total de 350Kg. Los dibujos preliminares datan de 1795, pero las estatuas fueron terminadas 1801 (Creugas) y 1806 (Damóxenos). 
En un análisis más detallado podemos evidenciar las acciones, las emociones y las valoraciones públicas del momento. Creugas fue representado en una posición heroica, con un puño cerrado y su brazo en alto; listo para dar un golpe y recibir a su oponente. Por su parte Damóxenos se protege con su brazo izquierdo mientras se prepara para lanza su mano derecha como si fuera un fatal puñal.

En simultáneo a las representaciones del combate, se puede percibir claras diferencias físicas. Estas no responden una fidelidad corporal de los actores, sino que simbolizan los valores humanos de cada atleta. Los antiguos griegos buscaban representar la perfección humana a través de una perfección física. En consecuencia Cruegas posee una apariencia de luchador, pero sus características faciales y silueta son suaves, con tonos andróginos y gesticulaciones delicadas. Por su parte Damóxenos fue diseñado con un rostro duro, austero y muy varonil. Incluso su mirada, labios y nariz presentan un estado de tensión emocional. En otras palabras, considerando los cánones de belleza de la Antigua Grecia, fue replicado como un hombre feo y poco noble.
La escultura original se encuentra exhibida en el museo del Vaticano. El Papa Pío VII (1742-1823) las compró junto con la estatua de Perseo como parte de su esfuerzo por restaurar la Colección de Arte del Vaticano que había sido saqueada por el ejército francés en 1798. Luego se realizaron algunas réplicas de esta magnífica obra con ligeros detalles. Una de ella llegó a la ciudad de La Plata, puntualmente a la Plaza San Martín, durante los primeros años de vida urbana. La única diferencia que posee con la original es que los genitales se encuentran tapados por una hoja.

El Pancracio:

El poeta Baquílides (565-430ac) atribuye la creación en homenaje a Heracles y su lucha con el león de Nemea. La creciente popularidad del deporte hizo que fuera incluido en los 33° Juegos Olímpicos en el año 648 ac, siendo Ligdamis de Siracusa el primer campeón.
Junto al boxeo, el pancracio solía ser una de las disciplinas más brutales. Si bien el objetivo jamás era la muerte, la obstinación y las técnicas aceptadas solían terminar con resultados fatales. Como no había división por peso, los físicamente grandes tenían una ventaja, mientras que el resto debía encontrar formas ingeniosas para nivelar las chances. A veces estas terminaban siendo maniobras ilegales como utilizar aceite en el cuerpo. También se buscaba fracturar rápidamente los dedos o tobillos del contrincante para someterlo sin entrar en un combate directo y desgastador.
Hacer alguna trampa, mayor o menor, era moneda corriente; incluso quedaron documentados hechos de soborno entre los jueces. Pero el costo de ser descubiertos también era alto. Quienes eran encontrados culpables podían ser multados, expulsados, azotados públicamente y su vergüenza era retratada en esculturas y narraciones a modo de advertencia para el resto de los competidores.


https://www.visitalaplata.com.ar/2019/12/ayudanos-crecer.html

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