La Reliquia de Santa Florencia Mártir
En los museos podemos encontrar decenas, cientos y miles de piezas; cada una con una historia fascinante. El caso de la reliquia de Santa Florencia, en el Museo de la Catedral, no es la excepción, sino más bien todo lo contrario. Es el testimonio de la crueldad del Imperio Romano, el origen de la religión cristiana y de un misterioso robo de motivación teológica.
Santa Florencia Agde
Corría el año 303 cuándo el Emperador Romano Diocleciano aplicaba una férrea política de represión contra las religiones no oficiales. Un cruel y oscuro capítulo de la historia conocida como “La Gran Persecución”. El inicio fue una serie de edictos que abolían los derechos legales de los cristianos y exigían que cumplieran con las prácticas religiosas tradicionales. Quienes se resistían serían castigados, y en particular los clérigos serían ejecutados.
Por aquel entonces Florencia era una joven creyente que predicaba en el actual territorio de Francia junto a San Modesto. En el año 293 habían conocido y bautizado a Tiberio, el hijo de un importante político romano de Agda, provincia romana de Narbonensis (Occitania). Poco a poco se ganaron el afecto de la población, pero el también el rencor de la aristocracia imperial. De este modo, cuándo desde Roma se ordenó una nueva gran purga; Florencia, Modesto y Tiberius estuvieron en las primeras listas negras.
Tras una larga persecución, los tres habrían sido interceptados en un bosque a las orillas del río Hérault. Tras ser golpeados y apresados, fueron trasladados al pueblo de Cessero; hoy Saint Thibéry. Aquí fueron torturados, humillados y finalmente degollados. Pero pese a su cruel muerte, los habitantes de la región no se doblegaron ni olvidaron a sus mártires. Llegado el siglo VIII sus tumbas eran continuamente veneradas, por lo cual en el año 780 se construyó un monasterio. Años más tarde los pueblos de la zona adoptaron el nombre “San Tiberio” y “Santa Florencia”; mientras que el pueblo de Bessan eligió a San Modesto como su patrono protector.
Se estima que durante la “Gran Persecución” se asesinaron entre 3000 y 3500 clérigos de diferentes jerarquías. Por su parte, miles de laicos cristianos fueron sometidos a torturas, encarcelamiento, destierros y esclavitud. La magnitud de la represión sobrepasó las capacidades penitenciarias del Imperio Occidental, por lo cual Diocleciano emitió un cuarto edicto para abrir las prisiones a quienes participen voluntariamente de sacrificios colectivos a los Dioses Romanos; narró el historiador Eusebio de Cesarea. Tristemente la situación fue muy diferente en Oriente, dónde el Cesares Galerio recomendaba que los apresados sean directamente quemados vivos. Esta actitud seguía la línea del Emperador Maximiliano que intentaba llevar la persecución al nivel de exterminio. Esta doctrina se mantuvo hasta el año 313 cuándo se emitió el Edicto de Milán.
Santa Florencia se celebra el 10 de noviembre, junto a San Thibéry y San Modeste.
Las Reliquias y el Misterioso Robo.
A principios de los años 90, una de las reliquias de Santa Florencia llegó al Museo de la Catedral Inmaculada Concepción de nuestra ciudad. Puntualmente se trata de un pequeño medallón de 8x4 centímetros que conserva uno de sus huesos. A su vez el relicario es conservado junto a una réplica de cera de Santa Florencia, en tamaño natural, que posee una marca en el cuello representativa de su sacrificio.
En el año 2005 ocurrió un hecho delictivo muy curioso y jamás resuelto. A mediados de marzo una persona levantó el vitral y se robó el pequeño relicario de bronce. Inmediatamente la Arquidiócesis hizo un llamado público para que sea devuelto, aunque más no sea en modo anónimo.
Tan solo una semana más tarde el Arzobispo recibió un misterioso fax desde Rosario bajo el seudónimo “Namtala Hardini”. Esta persona admitía haber extraído la reliquia porque consideró que la pieza no debía estar “en un museo” sino en un “templo sagrado” para que sea venerada por los fieles y no por cualquier público. Además el mensaje incluía múltiples citas religiosas muy específicas develando un perfil individual de alguien muy religioso y místico. Cuándo se verificó el apodo, se descubrió que Namtala Hardini fue maronita libanés fallecido en 1858. Ese mismo día se amplió la denuncia policial al constatarse que durante el día del robo ingresaron seis personas no identificadas de la provincia de Santa Fe.
Finalmente el 21 de marzo llegó a la Catedral una encomienda enviada por Correo Argentino. Se trataba de una caja de zapatos dónde había una mantilla típica de iglesia. Esta a su vez conserva en perfecto estado, y lustrado, el relicario de Santa Florencia. Nuevamente había una nota de “Namtala Hardini” con las mismas características del anterior fax.
El resto de las reliquias de Santa Florencia se encuentran en la iglesia Saint-Pierre de la comuna francesa de Palavas Les-Flots de la región de Occitania, departamento de Hérault.
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