El Trabajador de Plaza Italia
En los jardines de Plaza Italia hay una emblemática figura sentada sobre un pilar. Mirando hacía el horizonte, este eterno trabajador está hundido en sus pensamientos. ¿En qué piensa? ¿En su creador? ¿En su tierra natal? ¿En sus obligaciones? ¿En la familia? ¿En su legado cultural? ¿En las injusticias de su tiempo y del presente?
Desde principios del siglo XX vive en Plaza Italia una verdadera joya entre las joyas del arte. Bautizada como “El Trabajador”, se trata de una escultura del estilo realista simbólico realizada por el escultor italiano Alessandro Laforet, quien supo ser uno de los grandes artistas de su momento.
Hecha íntegramente en bronce, se trata de una escultura masculina, con el torso desnudo, que de estar parado mediría aproximadamente 2 metros. Descalzo y apenas cubierto por una tela desde la cintura para abajo, lo vemos sentado en un pilar mientras toma un descanso. En su mano derecha sostiene un martillo/maza, el simbolismo por excelencia para los obreros industriales. Por el detalle de sus venas, tendones y dedos podemos determinar que lo hace con mucha firmeza. Mientras tanto, reclina su cabeza y pensamientos sobre su mano izquierda.
Como herencia del renacentismo, dónde se priorizaba la imagen humana, la perfección del cuerpo, la musculatura y la desnudez son aspectos que nos narra el carácter del personaje. Es decir que nos encontramos frente a un trabajador honrado y comprometido que se esfuerza en sus labores. Incluso, con el permitido de hacer una lectura desde el estilo grecolatino clásico, nuestro obrero posee rasgos faciales masculinos suaves que podrían denotan su bondad. Esta característica se nota mejor en las estatuas de Creugas vs Damóxenos en Plaza San Martín.
Indistintamente del ángulo de observación, su mirada siempre es abierta y pura; pero modificando nuestra inclinación comienza a cambiar su enfoque y expresión. Desde un nivel normal pareciera que está descansando y esperando, pero a medida que tomamos una postura contrapicada o supina, su rasgo facial y ocular se proyecta hacía un horizonte más reflexivo; casi como una consonancia poética del momento personal del autor.
¿Quién fue y Qué vió Laforet?
Alessandro nació en Milán el 26 de marzo de 1863, en el ceno de una clase obrera sumergida en la reunificación italiana y los procesos de la revolución industrial. Durante su juventud ingresó a la Academia de Bellas Artes de Brera (pública) dónde tuvo de maestros a Lorenzo Vela, Raffaele Casnedi, Ambrogio Borghi y Francesco Barzaghi.
Gracias a su infinito talento y compromiso, participó por primera vez en las exposiciones de la Academia con las obras “Indiferencia” (1882), "Compiacenza e Pregolazione" y "El Arrotino Arrigobello" (1883) y una estatuilla de "Garibaldi" (1886). La perfección de sus trabajos llevó a participar también en la Sociedad de Bellas Artes y Exposición Permanente. Durante este periodo inicial se concentró en pequeñas obras destinadas a los salones de la burguesía nacional. Estos trabajos en bronce y mármol concentrados en temáticas de la maternidad y la infancia, de tan solo 20-30 centímetros, se cotizan actualmente por encima de los 800 euros.
Laforet podría haberse conformado con estos trabajos, pero él era parte un momento histórico dentro del Reino de Italia. La reunificación había permitido que el Estado se concentre en el desarrollo interno mediante la educación pública, ley electoral, industrialización y comercio. Pero la contracara de estos avances fue la explotación laboral, la suba de impuestos a los trabajadores, la inflación y la brutal represión a los sindicatos (anarquistas y socialistas). De hecho en 1898 ocurrió la Masacre de Bava Beccaris (Milán), dónde habrían muerto 400 personas y otras 2000 resultaron heridas.
Influenciado por este tenso contexto social, Laforet realiza sus primeras grandes e hipersensibles obras como: La Huérfana (1891), "Niña Enferma" (1894) y La Costurera (1897). Este nuevo enfoque, más comprometido con sus sentimientos y preocupaciones del momento, le brindó un reconocimiento dentro y fuera del ambiente artístico. Sus dibujos, bocetos y grabados fueron muy bien recibidos por el periódico "Unión de Mujeres", quienes luchaban por los derechos de las trabajadores y las madres. Es entonces cuándo gana el Primer Premio de Fundación Tantardini y comienza su gira internacional. En el 1900 ganó una medalla de bronce en la Exposición Universal de Paris. Luego se presentó en Saint Louis (1904), Munich (1909), Buenos Aires (1910) y Barcelona (1911); entre otros destinos.
Su visita a la Argentina no fue casual ni menor. Este viaje se enmarcó en el mayor suceso artístico del subcontinente: "La Exposición Internacional del Centenario". En su momento fue la versión latinoamericana de la Exposición Universal de París. En esta ocasión se presentó con la obra de mármol titulada “La Costurera” (N°134 del Catálogo). De este modo, y al muy poco tiempo, se adquirió “El Trabajador” de Plaza Italia; siendo esta una de las pocas obras del autor que pueden ser disfrutada en un espacio abierto al público.
El Trabajador, una de las pocas que sobrevive.
Una serie de historias trágicas ocurrieron con gran parte de obra maestra de Alessandro.
En 1902 Laforet ganó el concurso para el monumento a Giuseppe Verdi organizado por la ciudad de Trieste. El magnífico trabajo fue inaugurado en 1906, pero nueve años más tarde fue destruido durante la Primera Guerra Mundial. Recién en 1926 se logro realizar una réplica en bronce.
En paralelo a su historia como artista consagrado, jamás olvidó sus raíces obreras. Por ello Alessandro fue profesor de dibujo y arte en las Escuelas Cívicas Nocturnas de Milán y en las Escuelas Obreras de Seveso, Cesano Maderno y Bovisio Masciago. Posteriormente ascendió al cargo de Inspector de Escuelas.
Alessandro Laforet murió en Milán el 26 de enero de 1937; pero parte de sus creencias y preocupaciones quedaron para la posteridad; plasmadas en todas sus obras, y particularmente en la mirada profunda de "El Trabajador". Ese sujeto que luego de 100 años sigue esperando, observando y reflexionando:
¿Rememora a su creador? ¿Piensa en las injusticias sociales y de la guerra? ¿Reflexiona esperanzado por cada amanecer? ¿Añora un futuro que aun está por llegar? Para conocer la respuesta hay que ir hasta la Plaza Italia, sentarse, mirarlo e interpelarlo.
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