El Santuario Schoenstatt
Oculta en el corazón del microcentro, a muy pocos metros de la Catedral, se oculta una pequeña Capilla alemana y su precioso jardín. Un símbolo de la diversidad existente dentro de la iglesia católica y de la pujante presencia de los inmigrantes germanos en nuestra ciudad.
Ubicado en la esquina de calle 15 y 53, muchas veces el santuario pasa desapercibido por su densa vegetación perimetral. Pero una vez que cruzamos el pórtico, las flores aparecen rodeando a la Virgen Inmaculada Concepción y marcando el sendero que conduce hacia el pequeño templo. En pleno contraste con la Catedral y los edificios de la zona, la Capilla es una humilde habitación para 30 personas y carente de abundantes ornamentos. Pero lo que puede parecer poco es realmente mucho. Aquí se respira una inusual y silenciosa paz a la sombra de la inmensa vegetación y de algunos elementos que poseen profundos significados.
Bajo el nombre “Santuario de la Liberación”, el 15 de agosto de 1965 se bendijo el Santuario Schoenstatt de La Plata; el quinto construido en Argentina. Esta iniciativa surgió por las propias necesidades espirituales de los inmigrantes centroeuropeos que comulgaban con esta particular corriente católica-marianista. Muchos habían llegado al país huyendo de la Segunda Guerra Mundial y de los fantasmas de la Guerra Fría. Desarraigados de sus tierras natales, también pesaba sobre ellos las pujas del Vaticano entre las corrientes tradicionalistas y reformistas.
La sencilla arquitectura germana es una copia exacta a la Capilla dónde se inició el Movimiento Schoenstatt. Esto no es solo un tributo a los orígenes, sino que además es correlación a las ideas y deseos de sus adeptos. Una concepción bajo la cual la religión buscaba concentrarse en las acciones que promueven “milagros”, y no en la adoración a la espera de los “milagros”.
Uno de los primeros símbolos que llaman la atención se encuentra en la puerta principal y en el altar: Un ojo dentro de un triángulo emitiendo haces de luz. Automáticamente muchas personas vinculan esta iconografía con la masonería, los illuminatis, el dólar norteamericano y hasta con teorías conspirativas. Pero lejos de estas explicaciones, este dibujo tiene larga data dentro de la Iglesia Católica. El triangulo representa la Santísima Trinidad, la luz es un sinónimo de divinidad y pureza cristiana desde el surgimiento del arte gótico, y el Ojo de la Divina Prominencia comienza a aparecer durante el Renacimiento, posiblemente como una herencia de las tradiciones mesopotámicas.
En el interior de la Capilla hay un cambio muy importante frente a cualquier otro templo. Es que aquí el altar está dedicado a la Virgen María como figura maternal de un niño Jesús. Conocida como “La Tres Veces Admirable”, siempre aparece junto a las palabras: “Servus Mariae Nunquam Peribit” (La sierva de María no perecerá jamás). El conjunto es sostenido por la imagen de San Pedro y San Pablo, quienes reafirman la unión de la iglesia bajo el carácter apostólico. Por su parte Cristo se encuentra siempre en el centro geométrico porque él esta en el eterno corazón de María. Hacía un costado también se encuentra una escultura del arcángel San Miguel venciendo a Satanás, la figura de San José como protector y una paloma luminosa en el techo representando al Espíritu Santo.
Otro detalle no menor es la presencia de un recipiente para depositar ofrendas e intenciones. Posteriormente estas son quemadas los días 18 de cada mes durante el recuerdo de la “Alianza de Amor” firmada en Schoenstatt (1914). Esto se hace una estructura metálica ubicada en el jardín.
Una Historia entre Guerras.
Los orígenes de Schoenstatt está ligada al inicio de la Primera Guerra Mundial. Cuándo los jóvenes seminaristas palotinos del Valle de Schoenstatt fueron llamados a las filas del Imperio Alemán, el Padre Kentenich (Director Espiritual) los reunió el 18 de octubre para realizar una despedida y sellar una “Alianza de Amor” con la Virgen María. Bajo el lema “Nada sin ti, nada sin nosotros”, se comprometieron a regresar del frente siendo mejores versiones de si mismos; magnánimos, fieles y humildes de corazón. Todo bajo la premisa de que los “milagros” no ocurren por magia divina sino por el esfuerzo de las personas amparados en la protección de la Madre María. Con una distancia temporal de 100 años, esto puede ser difícil de comprender, pero por aquel entonces las guerras eran mucho más crueles y difícilmente se podía volver “siendo mejores”. Aun en la actualidad estas condiciones suelen dejar severas heridas y limitaciones de todo tipo.
No todos los seminaristas palotinos lograron volver de la Gran Guerra, pero a su modo dejaron su huella. El Valle de Schoenstatt se transformó en un centro de peregrinación y formación para los cristianos católicos que creía en una renovación del clero, las doctrinas y los métodos. En particular el Movimiento Apostólico de Schoenstatt se alineó como una rama evolutiva dentro de los “Marianos Católicos” que profesaban una devoción hacía la Virgen María por su condición maternal, educadora y guía de Jesucristo.
Con el ascenso de Adolf Hitler y el nazismo, el movimiento Schoenstatt fue declarado enemigo del Estado. Por un lado la pedagogía kentenijiana, basada en el desarrollo de un individuo autónomo y comprometido con el bienestar del entorno mediante el amor, no era algo compatible con el nazismo ni su propaganda. Peor aun, el Padre Kentenich era conocido por ser de las primeras voces religiosas abiertamente opositoras. Tras el ascenso del Fürller habría dicho “No veo dónde se le podría echar el agua bautismal”. Sin quedarse con las manos cruzadas, trabajó en la creación de una red internacional para exiliar las víctimas de la Dictadura.Finalmente en 1941 el Padre Kentenich fue arrestado y enviado al campo de concentración de Dachau. Aquí permaneció detenido hasta la liberación del Centro en 1945. Durante su encierro se dedicó al apoyo humanitario y espiritual con los otros reclusos. Al año siguiente su compañero y sacerdote Franz Reinisch fue decapitado en Berlín por negarse a jurar fidelidad a la bandera de Hitler.
Dachau fue la primera de estas instalaciones del horror nazi (1933), y desde 1941 se transformó en Campo de Exterminio. Se estima que llegó a tener 200 mil presos.
Tras sobrevivir a la barbarie del nazismo, el Padre Kentenich retomó su labor eclesiástica con una visión internacionalista y tratando de promover un enfoque más práctico para la doctrina cristiana, superando el marco ideológico. Pero hacía 1951 el reformismo no pasaba su mejor momento. Tras la revisión de un visitador apostólico a la Capilla de Schoenstatt, se inició un expediente en Roma y se designó como Inspector al Padre Tromp para que haga un análisis mas profundo. Su conclusión fue que Joseph Kentenich era un agitador, innovador y sectario que utilizaba terminologías poco convencionales. Como consecuencia el Padre Kentenich fue despojado de todas sus funciones y aislado en convento de los Palotinos de Milwaukee. También se le prohibió toda correspondencia postal con los líderes de la obra. Incluso en 1953 se le pidió al Papa Pío XII que disolviera el Movimiento Schoenstatt, pero este se negó.
El Padre Kentenich estuvo en condición de semi cautiverio durante 14 años más. Recién con la asunción del Papa Pablo VI se volvió a reivindicar la obra en las Capillas Schoenstatt y la de su fundador, quien fue recibido y restituido por el Sumo Pontífice en Roma. En ese entonces comenzaban los desafío de cómo implementar el victorioso "Concilio Vaticano II".
Archivado en:: colectividad alemana, Colectividades, Iglesias, Religión