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Los Ginkgo Biloba

Visita La Plata | 18:48 |

Con la llegada del otoño el paisaje urbano se tiñe con los colores de las hojas de los árboles. Pero ninguno es tan atractivo como el intenso dorado de los Ginkgo. Una especie repleta de historias que lo han transformado en un símbolo internacional de Supervivencia, Esperanza, Resistencia y Renovación.

Los deslumbrantes Ginkgo Biloba más conocidos de la ciudad de La Plata se encuentran en el camino Iraola del Paseo El Bosque, justo rumbo a la entrada del Museo de Ciencias Naturales. Pero también puede ser apreciado en la Plaza Moreno, Plaza Rivadavia, el BioParque y en los jardines del Observatorio. Normalmente se habla de su magnético color amarillo-dorado que toman cuándo llega el otoño, pero su historia universal e interpretación cultural brillan más que sus apreciadas propias hojas.

Los Ginkgon modernos son una especie originaria de las regiones de China y Japón, clasificados recién en el siglo XVII por el sueco Carlos Linneo. Su descubrimiento y estudio fue una completa revolución para la botánica. Nadie esperaba encontrarse con un fósil vivo. Literalmente hablando, es la especie viva más vieja del mundo. Desde su surgimiento prácticamente no ha tenido grandes cambios.

PH: Mural realizado por © John Agnew

Un Sobreviviente de las Grandes Extinciones

Se estima que los Ginkgoales comenzaron a desarrollarse hace 270 millones de años durante el Periodo Pérmico en la zona norte del supercontinente Pangea. Veinte millones de años más comenzó "La Gran Mortandad", siendo esta la ola mayor extinción de especies del planeta. No se conocen los motivos de la tragedia, pero se descubrió que se extinguieron entre el 80 y 90% de las especies. También se cree que el mundo tardó 10 millones de años para poder recuperarse. Al dividirse el supercontiente durante el triásico (200 millones de años), estos árboles reinaron el extinto continente de Laurasia (180-200 millones de años).

Durante todo el triásico los Ginkgon fueron una de las especies dominantes y más colaborativas en el sustento del medio ambiente. Este dominio les permitió reproducirse, crear muchas sub-especies y vivir una larga vida sin grandes sobresaltos. Ellos son testigos del nacimiento, el desarrollo y el reinado de los gigantescos dinosaurios. Se cree que su intenso aroma (similar al vómito) era para atraer a los grandes reptiles herviros, quienes al comer las hojas desparramaban las semillas. Durante casi 180 millones de años vivieron para ver el desarrollo de los reptiles, aves, insectos y mamíferos. Incluso vieron sin mayor problema las fracturas continentales de Laurasia y Godwana, quienes fueron la base de nuestros actuales continentes. En Argentina se encontraron restos fósiles de la sub-clase Ginkgon Karkenia, el cual vivió durante el cretácico.

La historia podría terminar feliz, bonita y sin sobresaltos; pero hace 65 millones de años comenzó una nueva extinción masiva. El culpable sería el famoso asteroide que mató a los dinosaurios y que dejó un gran cráter en la Península de Yucatán. De las decenas de especies que habían surgido a partir del pérmico y el triásico, solo una logró sobrevivir a este catastrófico proceso: el Ginkgon Biloba. Para empeorar las cosas, con el resurgir de la vida, debió competir con la evolución de los árboles modernos que tenían flores más grandes, colores llamativos, semillas resistentes y hojas con nervaduras fuertes. Estas desventajas lo llevaron a perder terreno frente a sus vecinos hasta quedar al borde del exterminio.

Un Símbolo para la Humanidad

Muchas veces la presencia del ser humano significó la extinción de muchas especies de animales y vegetales, pero curiosamente este es el caso opuesto. Muy probablemente la presencia del ser humano sea uno de los motivos que favoreció la supervivencia de los Ginkgo.

Luego de superar las últimas Extinciones Masivas que tuvo el planeta, la especie solo pudo sobrevivir en pequeños ecosistemas de China. Fue entonces cuándo los budistas encontraron el árbol y lo consideraron sagrado por la belleza de sus hojas doradas. Desde entonces creció su protección y cultivo para satisfacer las necesidades ornamentales, farmacológicas y de culto en China, Corea y Japón. Por su parte, la civilización occidental recién se enteró de su existencia en 1691 cuándo el botánico alemán Engelbert Kaempfer visitó Japón.

En China los Ginkgo Biloba son considerados el Árbol Nacional y el símbolo botánico de la dualidad el mundo, similar al reconocido Ying-Yang. También es venerado como sinónimo de sabiduría y longevidad, pues se estima que en condiciones óptimas podrían vivir unos 2500 años.

Los budistas valoran mucho los Ginkgon, por ende es muy común verlos adornando los ingresos a los templos, en abierto contraste con los cerezos y las higueras. Esto condición lo hizo protagonista de una trágica página de la historia humana. El 6 de agosto de 1945, cuándo se lanzó la Bomba Atómica sobre Hiroshima, la fisión nuclear generó una zona ígnea de 270 metros y una ardiente onda expansiva que arrasó todo en un radio de 1,6km de distancia. O mejor dicho, casi todo. Resulta que en ese espacio había un templo budista, y en su puerta un Ginkgo Biloba que se mantuvo en pié. No solo fue de los pocos objetos resistió el devastador bombardeo y la posterior lluvia radioactiva; sino que además al año siguiente comenzó a florecer. De este modo se transformó en un espacio de veneración y en un símbolo del renacimiento. En sus pies hay una placa que pide “No más Hiroshimas”.

Todos los Ginkgo Biloba platenses son ejemplares relativamente jóvenes que transitan su vida sin mayores adversidades. Pero por dentro tienen la huella de la evolución y supervivencia.  Son testigos de tres de las cinco extinciones masivas que tuvo nuestro planeta y del arma más aterradora creada por el ser humano. Por esto mismo, después de luchar durante 270 millones de años, este fósil vivo es conocido como “El Portador de las Esperanza”.




https://www.visitalaplata.com.ar/2019/12/ayudanos-crecer.html


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