La Plata, El Último Bastión - El Golpe de 1930 - Parte 2
Desde el día sábado 5 de Septiembre, el Canciller Horacio Bernardo Oyhanarte había estado instalado en la casa de Don Hipólito Yrigoyen para controlar su seguridad y salud; pero la mayor parte del tiempo estuvo incomunicado de los acontecimientos y las decisiones que se estaban tomando. No sabía cuales eran los planes de defensa, desconocía la fuerza de los sublevados ni todas las internas que habían explotado dentro de la Casa Rosada.
Reinaba a confusión, la desinformación y el miedo. Fue entonces cuándo a las 17:30 horas el Canciller Oyhanarte viajó de encubierto hasta la Casa Rosada, y vió justo cuándo se izaba una bandera de rendición. Las tropas golpistas no habían llegado, solo había una caravana de civiles. Pero Martínez les ordenó a los Granaderos que se retiren del edificio con la excusa de que luego los llamaría para un ataque por la espalda, cosa que obviamente no era verdad y todos los sabían. Según el Ministro Abalos, Martinez solo repetía incoherencias como “me han traicionado” y “mátame”, mientras esperaba que alguien le aceptara su renuncia.
Oyharnarte intentó organizar una resistencia con los pocos militantes, pero la plaza ya estaba perdida y los boina blanca en desbandada. El canciller volvió apresurado hacía la Calle Brasil, dónde presenció como los 100 Granaderos abandonaban la defensa de Yrigoyen. Fue entonces cuándo el Presidente, haciendo un gran esfuerzo para transmitir esperanzas y tranquilidad, ordenó que todos se trasladen a la ciudad de La Plata para instalar el Gobierno Federal, organizar la defensa y contraatacar.
La tarde comenzaba a caer y eran vigilados por los golpistas de “La Liga de Mayo”, quienes tenían 40 automóviles en toda la ciudad para evitar que escaparan. Aun así, el Canciller puso su vehículo y subieron el Presidente, el médico personal Meabe, el vecino Vicente Scarlatto, y los comisarios Orestes Cansanello y Leopoldo Flores.
Ocultos entre toda la euforia causada por la llegada de la columna golpista, el último vehículo del primer sueño democrático abandonaba la Ciudad de Buenos Aires. Los inexpertos y poco hábiles espías de la Liga de Mayo le perdieron fácilmente el rastro. A las pocas hora una turba de civiles atacó el domicilio, saqueo los escasos bienes materiales y la incendió. La prensa local se enfoco en criticar la pobreza material del Presidente por tener “los muebles de pino”, “perchas en las paredes” y las pilas de diarios viejos.
Una Esperanza Perdida
En los años 30 la única forma de llegar a la ciudad de La Plata era mediante los Caminos Belgrano y Centenario, los cuales habían sido inaugurados recientemente y todavía no eran de asfalto. En consecuencia, entre el sigilo y las tecnologías del momento, el peligroso viaje entre la Buenos Aires y La Plata se demoró más de 2 horas. Todo con la complicación febril del Presidente Yrigoyen, quien su médico le había dicho que el viaje podría matarlo. Aquél día frío y con lluvias intermitentes, lo cual no eran las mejores condiciones para alguien con neumonía.
A las 19:30 horas el reducido cuerpo político llegó a la Casa de Gobierno de la Provincia. Allí los esperaban el Gobernador Crovetto, los ministros Carril y Pages, y una milicia de radicales mayormente desarmados. Por un instante se consideró que el Presidente sea cuidado en la casa de la madre del Canciller, pero El Peludo Hipólito Yrigoyen quería resistir, reorganizarse y contraatacar desde la cuidad de La Plata.
Ni bien se acomodaron el Palacio de 7 y 51, el comisario Cansanello se subió a un automóvil en dirección al Base Arsenales para reafirmar la orden de resistir hasta la llegada de refuerzos. Pero cuándo el oficial llegó nuevamente al territorio comandado por el Ministro de Guerra Elpido González, el panorama fue abrumador. Las defensas ya habían caído. Los Generales leales acusaban al ministro de no tomar definiciones por miedo a derramamiento de sangre y de rendirse sin luchar pese a tener dos guarniciones (Arsenales y Liniers). Uriburu mandó al General Justo, futuro dictador y presidente fraudulento, para exigir la rendición del Ministro González. A las 20 horas fue el encuentro, aunque previamente el General Severo Toranzo, por iniciativa propia, intentó matar al General Golpista Agustín Justo y repartir armas en la población. Mientras que por su parte Mosconi viajaba hasta la Casa Rosada para confirmar la renuncia de Martínez.
La rendición se generalizaba en la Capital Federal y en el resto del país, pero en La Plata reinaba la incomunicación. A las 1930, el ex vicegobernador Francisco Garralda fue al cuartel para pedir armas y soldados encubiertos para defender al Presidente; pero el mando del Regimiento se negó. A las 20 viajó el Ministro Manuel del Carril con la misma petición y convocando al Teniente Coronel Irusta, pero este dijo que no podía abandonar el lugar. A los minutos llegó el Secretario Villa, quien logró que el Mayor Alejandro H. Rodríguez viajara como interlocutor; mientras que en paralelo estaba el rumor sobre la caída sin combatir de Arenales. La negociación por levantar las armas del Regimiento 7 pendía un hilo.
A las 21hs el Dictador Uriburu comenzó a negociar con la Guarnición de La Plata. El Teniente Coronel Irusta se habría mantenido entre leal durante todo el día, pero ahora que tenía la mayor responsabilidad ya estaba solo y con aviones sobre sus cabezas. Una hora más tarde llegó el Gobernador Crovetto, el Jefe de Policías Alcides Caliento y parte de su gabinete; mientras tanto una llamada confirmaba la caída la capitulación de González y sumisión de todas las Brigadas en el interior del país.
A las 22:30 horas llegó el Presidente Dr Hipólito Yrigoyen, quien con una alta fiebre, preguntó por el Teniente Coronel Horacio Irusta para firmarle una rendición. En un papel que lleva el membrete bonaerense, escribió: “Ante los sucesos ocurridos, presento en absoluto la renuncia al cargo de Presidente de la Nación Argentina. Dios guarde a V. (Fbo) Hipólito Yrigoyen”, “Al Señor Jefe de las Fuerzas Militares de La Plata”. El Peludo, astuto hasta su último momento, con estas palabras, no claudicó frente a los Golpistas ni reconoció la legitimidad del nuevo gobierno. Ya derrotado le dijo al Jefe de la guarnición “me quedo aquí, si me es permitido. Estoy mal y no tengo a donde ir.” El comandante Irusta le dio asilo en el Casino de Oficiales, actual Centro Cultural Islas Malvinas, y no lo privó de su libertad.
Ante el miedo que generaba el apellido Yrigoyen, en horas de la medianoche, Coronel Giordano viajó exclusivamente desde Buenos Aires para ordenar la detención del ex Presidente. Tenían la sospecha de que su permanencia en el Regimiento 7 sin carácter de “preso” significaba que estaba organizando una contrainsurgencia. Las sospechas no eran infundadas. El Peludo no quería moverse de la base militar, el gobernador seguía siendo leal, la Capital Bonaerense era un bastión del radicalismo y el Jefe de la base no había sido un conspirador..
Luego de ocho días de aislamiento, orden de Giordano, Don Hipólito fue trasladado al Acorazado General Belgrano, el cual se encontraba en la Base Río Santiago de Ensenada. Esta unidad también se había mantenido neutral e inactiva durante todo el conflicto, por lo cual había sospechas sobre las lealtades. El emblemático prisionero de 78 años estuvo encerrado e incomunicado en varios navíos para que no pueda influenciar a ningún oficial. Finalmente se lo derivó y encerró en la Prisión Militar en la Isla Martín García, la cual jurisdiccionalmente también es el Partido de La Plata. Después de un año y tres meses, fue liberado. Al llegar a la ciudad de Buenos Aires se tuvo que alojar en la casa de su hermana, pues su única propiedad había sido saqueada e incendiada.
Don Hipólito Yrigoyen rompió su amistad y lazos con el ex VicePresidente Martinez y el Ministro de Guerra González. El gobernador Crovetto fue derrocado el 9 de septiembre. El Intendente plantese Pedro Haramboure cayó el día 11. El Canciller Horacio Oyhanarte se exilió en Uruguay, donde recibió asilo político ante el pedido de extradición de la Dictadura. El General Mosconi renunció a todos los cargos y ayudo en la creación exitosa de empresas energéticas estatales en Uruguay y Bolivia. Mientras tanto el “nuevo régimen” avanzó en contra YPF. El General Severo Toranzo intentó encabezar una contrarrevolución democrática en Febrero de 1931, también lo siguió el Teniente Coronel Pomar el 20 de julio. Mientras que el Teniente Coronel Avelino Alvarez, quien había defender la República desde Campo de Mayo, tras rendirse frente al Dictador Uriburu luego de la renuncia de Martinez, solicitó exiliado como agregado militar en una embajada extranjera (Londres).
Mientras que el gobierno nacional de facto se negó a declarar el Duelo Nacional correspondiente y amenazó con despidos masivos a quienes concurrieran a la procesión fúnebre; la multitud no dudó. No solo acompañaron al Peludo. También bajaron el cajón de la carroza y lo llevaron en hombros durante todo el trayecto hasta el Cementerio de Recoleta.
El Golpe de 1930 - Parte 1 "Rumbo a La Plata"
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